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El poder de creer en las imágenes

Vampiros del espacio (Plan 9 from outer space, Estados Unidos, 79’, 1959) Dirección: Ed Wood. Guion: Ed Wood. Fotografía: William C. Thompson. Intérpretes: Bela Lugosi, Maila Nurmi, Lyle Talbot, Gregory Walcott, Johnny Duncan.

 

Por Nicolás Di Cataldo


El comienzo del cine fue caótico: algunos lo veían como un entretenimiento vulgar, la gran mayoría como un negocio en ascenso. Pero desde aquellos años muy pocos lograron observar por debajo de las primeras imágenes que filmaron los hermanos Lumière, Georges Méliès o D. W. Griffith. Y es que, detrás de cada fotograma, lo que podemos encontrar es un significado profundo en nosotros, una introspección que nos lleva hasta el abismo de nuestra alma. Esto es lo que vio, durante toda su carrera, el director estadounidense Ed Wood, en particular con su largometraje Vampiros del espacio, donde cada instante, cada fotograma de esta historia nos remite a algo más que no está ahí, pero que lo sentimos: una verdadera forma de hacer arte.


El film trata sobre una joven pareja que se va a vivir cerca de un cementerio. Allí son testigos de cómo una raza alienígena pretende invadir la tierra y, para hacerlo, resucitan a los muertos para formar un ejército capaz de extinguir a los vivos. La joven pareja ayudará a investigadores de la policía para saber quiénes son estos seres y buscar la forma de detenerlos. 



Lo primero a destacar en esta obra magna de Ed Wood es su capacidad para mezclar géneros como la ciencia ficción, el terror, el policial e incluso permitirse una historia romántica en una propuesta equilibrada y elocuente, atractiva desde su primera secuencia. Tomando la combinación de géneros de Ciudadano Kane de Orson Welles, Wood logra superarlo, dejando a Vampiros del espacio como una obra que luego será revisitada como inspiración para cineastas de todo el mundo.


Muchos aspectos técnicos y narrativos nos demuestran que esta película está adelantada a su época. La forma de contar la historia con una voz en off densa e intrigante es algo que más tarde utilizarán otros cineastas como Martin Scorsese o Nacho Vigalondo, pero sin llegar nunca al punto cúlmine en que la película de Wood lo logra. Los diálogos que se desarrollan en la historia es otro punto clave a remarcar: cada uno de ellos fluye sobre las imágenes que vemos como una sinfonía en perfecta sincronía de ritmos y tiempos, rememorando a las teorías propuestas y estudiadas muchos años después por guionistas especialistas en diálogos como Aaron Sorkin. 



Pero las voces no son algo que están ahí sin más, sino que son el resultado de las potentes interpretaciones de artistas comprometidos como Bela Lugosi, Maila Nurmi, Gregory Walcott y Johnny Duncan. Todos ellos dejando cuerpo y alma en sus actuaciones donde la imagen palpita y nos demuestra que los sentimientos se comunican no solo con las palabras, sino con los gestos y el movimiento, aspectos que luego el actor y director John Cassavetes seguirá profundizando.


La narrativa de Vampiros del espacio nos cuenta sobre cómo alienígenas, que no son más que otros humanos de una galaxia lejana, vienen a detenernos, pero a la vez salvarnos de nuestra propia destrucción adelantándonos que cuando descubramos el Solarite, una bomba hecha a base de energía solar, la galaxia va a correr peligro por nuestra culpa. Con un final apasionante y bajo argumentos humanistas y galácticos al mejor estilo de Carl Sagan o la reciente Oppenheimer de Christopher Nolan, Vampiros del espacio nos deja atónitos ante un final que nosotros, lamentablemente en estos tiempos, vemos cada vez más cerca. 




Pero también es necesario hablar sobre los efectos especiales de la película, donde a finales de los años 50 ni siquiera existían computadoras o una tecnología capaz de emular las ideas disparatas que a algún loco se le ocurriese… Excepto con Ed Wood. Su lograda representación de los muertos en vida hará que una década después George Romero lo recicle en La noche de los muertos vivientes, dejando hasta el día de hoy, una forma estética inconfundible de los denominados zombies. Incluso los efectos de las naves espaciales que deambulan por las constelaciones se consideran imágenes que catapultaron los delirios de George Lucas para que generaciones después pudiera contar su epopeya titulada Star Wars



Vampiros del espacio marcó un antes y un después en la historia de la cinematografía. Ed Wood, recordado con malicia como “El peor director de todos los tiempos” es ahora considerado como un director de culto, pragmático y adelantado a sus tiempos, donde su visión narrativa no estaba acompañada por la tecnología actual, pero que aun así no le impidió realizar una filmografía excelsa. Con algunos detalles tal vez irrisorios y ciertos defectos que podrían considerarse descabellados, la realidad es que Wood con esta obra logró algo que, al día de hoy y con todas las bondades de nuestros tiempos, muchos cineastas ni siquiera pueden llegar a comprender: el poder de creer en las imágenes. 




Aclaración: esta crítica está escrita bajo una tipología patológica, movida por intereses académicos y forzando el discurso a valoraciones extremadamente positivas. La película en sí es graciosa para pasar el rato y funciona para aquellos que quieran conocer la figura del desopilante peor director de todos los tiempos, Ed Wood... Sino no.

De todas formas, si al leer esta crítica te invadió la curiosidad algo funcionó: el poder de convencimiento que tienen las palabras.




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