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Ya nos volveremos a ver

EO (Ídem, Polonia, 88’, 2022) Dirección: Jerzy Skolimowski. Guion: Jerzy Skolimowski, Eva Piaskowska. Fotografía: Michal Dymek. Intépretes: Sandra Drzymalska, Lorenzo Zurzolo, Mateusz Kosciukiewicz, Isabelle Huppert.

Por Nicolás Di Cataldo


Que el cine fue creado por y para los humanos es una afirmación que, a estas alturas, no debería sorprendernos. Pero ante una generalidad tal vez obvia y redundante, existen proyectos que se animan a jugar con el punto de vista, apelando a una sensorialidad distinta a la ya conocida del ojo humano. Y desde ese lugar experimental es que EO se nos presenta: dándonos la oportunidad de vernos a nosotros mismos a través de los ojos de un inocente y aventurado burro. Un viaje intenso y pesimista, pero necesario y vital ante nuestro conformismo actual.  



La película nos cuenta la historia de Eo, un burro gris de ojos melancólicos, que va recorriendo diferentes lugares según la suerte que le depara la vida, encontrándose con gente buena y mala, conociendo la pena, la alegría y transformando la desdicha en felicidad… O viceversa. Pero en su aventura Eo jamás perderá su inocencia y su curiosidad.


El planteo del film nos pone bajo una propuesta desconcertante ante su excepcionalidad, pero también de una extraña belleza que nos secuestra desde su primera secuencia. Eo es utilizado en un circo y sufre de maltrato animal para la diversión de los demás, pero es amado por una joven que le habla y lo alimenta a cada momento. Si ya la historia de por sí es atrapante al ser vista y sentida bajo los ojos del burro, la imagen no se queda atrás: la fotografía de Michal Dymek sale de los patrones comunes y nos regala una propuesta estética y visual que complementa lo que la historia busca contarnos. Para ello, Dymek se basa en movimientos de cámara que siguen a Eo en los paisajes que recorre a través de unos juegos de luces y sombras naturales que remiten a la filmografía de Terrence Malick. Incluso existen escenas donde la cámara y los colores son estrambóticos, recordando al mejor Gaspar Noé, aquel que incomoda pero que invita a la observación reflexiva. 



Y es que EO, por más inocente que suene, no es una historia sencilla de recorrer. Las secuencias que le van sucediendo a nuestro adorable burro también desarrollan tragedias, muertes y un tratado de la violencia y nihilismo que nos recuerda a nosotros, humanos, como una especie dominante e intrusiva, dedicados a un enfermizo auto placer y egoísmo para con el resto del planeta. Es en esas secuencias donde el director polaco Jerzy Skolimowski recurre al color rojo como una luz dominante, un signo de imposibilidad y esclavitud ante hechos que el burro se dedica a observar, pero en los que pocas veces puede intervenir.


El largometraje explora tanto desde su narrativa que se da el lujo de involucrar secuencias oníricas que parecen suceder en la cabeza, en los pensamientos de Eo. Lo surreal domina la pantalla bajo unas luces rojas en situaciones puntuales como aquella donde vemos a un perro robot ir y venir, comportarse como un animal, aunque solo sea metal y tornillos. ¿Eso es lo que nos depara un futuro no tan lejano? ¿Perros electrónicos mejorables o desechables? El film no se dedica a dar respuestas, pero tal vez algunas de ellas ya las conozcamos. 



La hora y media de duración de EO pasa de forma intrusiva y audaz en nosotros. Al prescindirse del diálogo, el film realiza un elaborado trabajo con la música, produciendo composiciones que ayudan a crear paisajes y profundizar los sentimientos que desde la imagen palpitan y nos arrastran bajo aquellos paisajes duros y fríos.


EO se desenvuelve como una película dura y poética. Su telón de fondo nos expone ante el salvajismo contemporáneo del maltrato animal, pero sin recurrir al mismo a través de la provocación, sino desde un discurso inteligente y empático. Y al comienzo de los créditos y bajo una pantalla negra dominante, solo queremos decirte una cosa querido Eo: ya nos volveremos a ver. 




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